Las ventanas que se abren y los círculos que cierran
Tras tanto tiempo esperando este momento, por fin puedo decir que se ha cumplido: Fede Valverde será uno de los cuatro capitanes del Real Madrid esta temporada. Más concretamente, el cuarto, aunque eso da igual, ya que a efectos prácticos será el segundo sobre el terreno de juego. Llegó en 2016, cuando cumplió la mayoría de edad, con ficha para el Castilla, y desde entonces no ha dejado de crecer. Se marchó cedido al Deportivo de la Coruña con un desempeño excelente, y volvió a casa para hacer historia. Con solo una premisa, la de querer dejar escrito su nombre con letras de oro, lo hizo.
Ya estamos en 2024, e incluso su ídolo se ha retirado, pero no sin antes dejarle el número '8' para que Fede lo lleve a la espalda. Sus valores, los de Toni Kroos, así como el estilo y la garra, han transformado este dorsal para que el uruguayo le rinda honor en cada partido que juegue. Porque así es Valverde, el jugador con el que me iría a la guerra sin importarme las condiciones de la misma. No me importa perder si lo hago de su lado, ni tampoco dejar mi espalda descubierta ante los enemigos, porque sé que él la protegería con su vida. Del pajarito tímido al halcón veloz y elegante, ese ha sido su desarrollo en el Real Madrid, y pese a ello, sigue sin ser valorado por varios aficionados que no saben nada de la redonda.
La ventana que se abrió desde Peñarol para cruzar un camino blanco e impoluto, pero con algunas piedras en el camino, ha terminado cerrando un círculo con una doble capitanía en el Real Madrid y Uruguay, sus dos amores futbolísticos. Porque Fede se lo ha ganado, porque entendió desde el primer día qué significa todo esto, y porque estaré a su lado incluso hasta después de su marcha en el futuro, como con tantos otros que antes vistieron la blanca y la honraron en cada partido.